Año de Oración - marzo 26

La gracia y la determinación: la mística y la cruz

¿Puede un cuadro gritar y susurrar al mismo tiempo? Este lo hace. Nos habla con fuerza sobre la gracia y la determinación; nos susurra sobre la cruz.

La severidad del hábito negro y blanco, el rostro angular y casi feo expresa la austeridad que caracterizó a Filipina. Y al mismo tiempo, hay una suavidad que también habla. Creo que la cualidad que comunica es la determinación. En el proceso de beatificación se habló de la "severa mortificación" de Filipina, con todas las connotaciones de jansenismo y masoquismo. La mujer de esta pintura tiene todas las agallas y determinación que se requieren para concretar su propia visión y al mismo tiempo no parecer centrada en ella misma, como pueden estarlo los jansenistas y masoquistas. A lo largo de su vida, tuvo la determinación necesaria para hacer lo que tenía que hacerse, sin importar el costo. Por eso vivió la abnegación que identificamos con ella. La pintura tiene un aire místico. La postura un tanto extraña de la cabeza - mirando al mismo tiempo hacia dentro y hacia afuera de la toca- nos dice "el 'dentro' y el 'fuera' son una misma cosa". Es difícil decir hacia dónde mira. La impresión es la de una mujer conocedora de este mundo y también del otro. No es difícil imaginarla como "la mujer que siempre reza".

El cuadro tiene también un sutil mensaje sobre la cruz. De hecho, el hábito no tiene ninguna cruz. Donde ésta debería estar, sobre el corazón, lo que hay es una hoja de roble. Con un color y forma distinta, esta "cruz" no atrae nuestra atención. Ya sea que el artista lo haya buscado o no, este símbolo me dice mucho. La cruz es una hoja de roble. En francés, Duchesne quiere decir "de roble". El mensaje es que su propio ser fue su cruz, (como es el caso, me parece, de la mayor parte de nosotros). Hay una paz sutil en esta hoja que reposa sobre su corazón; no resulta sorprendente que haya una hoja donde debería haber una cruz. La pintura me susurra un mensaje: aceptar su propia naturaleza - con todos los defectos y originalidades que sabemos que tuvo Filipina- transformó el núcleo de su ser en el corazón y en la cruz de Jesucristo.

Nance O'Neil, RSCJ, Area de IndonesiaImagen: William Schickel